EN AGENDA. falta inversión en el capital humano
Advierten riesgos de las jornadas de trabajo muy largas en la productividad
Esto limita capacitación de trabajadores por falta de tiempo y de recursos
Álvaro Vidal Bermúdez Abogado
Un dato poco conocido en nuestro país es el referido al tiempo dedicado por los peruanos a actividades laborales o la jornada efectiva de trabajo. Según estudios comparativos, (El tiempo de Trabajo en el Mundo, Lee, McCann y Messenger, OIT 2008) el Perú figura entre los países con mayor cantidad de trabajadores que laboran más horas fuera de la jornada legal, situándose por encima de casi todos los países latinoamericanos y la mayoría de países asiáticos.
Por ejemplo, más de la mitad de la población económicamente activa en el Perú trabaja más de 48 horas a la semana, lo cual, desde un punto de vista legal, implicaría la realización de trabajo extraordinario. Es decir, uno de cada dos peruanos que trabaja de manera dependiente realizaría horas extras. Estos reportes internacionales coinciden con informes recientes del Ministerio de Trabajo sobre el uso del tiempo en el Perú.
Según diversas investigaciones, la existencia de jornadas de trabajo extensas se explica por causas como una baja productividad de la mano de obra, un reducido nivel de las remuneraciones (que incentiva la realización de horas extras) y una limitada fiscalización estatal del tiempo de trabajo. Así, las largas jornadas de trabajo con baja productividad conducen a un círculo vicioso del cual es difícil salir, debido a que los trabajadores no cuentan con tiempo disponible ni recursos para ser invertidos en capacitación.
La flexibilidad de la jornada de trabajo que teóricamente busca adecuar las rutinas laborales a los requerimientos de la empresa y la demanda del mercado, dentro de los parámetros legales, en contextos de baja productividad conduce por lo general a jornadas laborales extensas, afectando la calidad de vida de los trabajadores y generando una ineficiente asignación de recursos en las organizaciones.
Socios estratégicos
Nuestro país no cuenta con un sistema de incentivos adecuados para la capacitación laboral durante la etapa activa. A inicios de año se dictó la Ley N° 29498, denominada Ley de Promoción a la Inversión en Capital Humano, la cual fija que las sumas destinadas a la capacitación del personal podrán ser deducidas como gasto hasta un máximo de 5% del total de gastos deducidos en el ejercicio.
Esta medida aislada, en el caso de actividades que requieren un alto nivel de conocimiento y actualización, sin duda, podría significar un límite arbitrario. Sería conveniente replantear este límite, siendo suficiente el sustento adecuado de la inversión en capacitación.
En definitiva, son las propias organizaciones las llamadas a evaluar el nivel adecuado de inversión en capital humano, el Estado debe generar para ello los incentivos necesarios y ser un socio estratégico promoviendo desde la escuela y la universidad ciudadanos calificados y competentes.
La reforma ausente
Frecuentemente se incide en que la gran reforma ausente en el país es la de la educación; sin embargo, debe tenerse en cuenta que ésta no se limita a la enseñanza escolar o universitaria, sino que también está vinculada con la formación laboral continua; es decir, la educación “para y durante” el trabajo.
En la era del conocimiento, el mayor valor de una organización reside en el nivel de conocimiento de sus trabajadores y en la capacidad de aprender (y enseñar).
Control a la jornada máxima legal
En nuestro país la jornada máxima legal de trabajo es de 8 horas diarias o 48 horas semanales, permitiéndose jornadas acumulativas o atípicas, así como la compensación de horas de trabajo extraordinario con tiempo de descanso.
Cabe resaltar que actualmente están vigentes disposiciones que establecen estrictos mecanismos de control del tiempo de trabajo, e inclusive presunciones respecto a la realización de trabajo extraordinario. Sin embargo, estas medidas no han conducido a que el tiempo de trabajo en el Perú se encuadre en los estándares internacionales y ni siquiera en los latinoamericanos.
Ello ocurre porque no basta con disponer mecanismos de control, sino que debería privilegiarse el establecimiento de incentivos para una mayor productividad; es decir, incentivos para la inversión en capacitación.